Paul está muerto

Libro de microficciones del autor porteño Alejandro Bentivoglio

Arte de tapa: Medusa Dollmaker

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Árboles humanos que hieden el aire, el pensamiento de una pupila, hundirse en aguas que no mojan, el olor dulzón de la sangre perdiéndose en la memoria, una mujer que se quita el maquillaje y se da cuenta que le falta la cara, son algunas de las raras figuraciones que entraman las microficciones de este libro. Metáforas, sinestesias, oxímoros e imágenes sensoriales iluminan estos textos que bordean-bordan la emergencia de una nueva realidad y que en una transposición visual podrían evocar los cuadros de Marc Chagall, Max Ernst o Magritte entre otros pintores de esos ísmos. La referencia, que bien podría ser azarosa, es cuasi obligada porque los ejes que articulan la poética de Alejandro Bentivoglio trabajan con algunos de los modos de intervención de las vanguardias históricas y de los movimientos posteriores que ponen en crisis lo real y otorgan tanto más estatuto a la imaginación, a la vida onírica y a la del inconsciente.
Las microficciones de Paul está muerto indagan esa categoría desde diversas perspectivas, la amplían y ofrecen la percepción de una realidad oculta que incluye al mundo visible y al invisible.
Desde el ingreso al libro está funcionando, en su máxima tensión, la noción de extrañamiento –“En mi cabeza crecen plantas”, afirma el primer sintagma– que se sostiene en el todo el corpus mediante las variadas coartadas ficcionales a las que recurre el autor.
El montaje de elementos de diverso orden – “Se ha comido todas las flores del jardín mientras yo iba a buscar una lapicera” – resulta del uso de imágenes yuxtapuestas sin una conexión lógica para crear un substancial efecto de sentido: esto es una ficción, o mejor aún, esto es un condensado de ficción en pocas líneas. (…)
El título, que adquiere un protagonismo superior en la microficción ya que más que una instrucción de lectura funciona como parte fundamental del relato, aparece en inglés en muchos de estos textos. Sin dudas, no representa un obstáculo para el lector competente que pide este género pero es oportuno preguntarse por qué el sentido se inaugura, con recurrencia, en otra lengua. Tal vez la respuesta esté en el efecto rítmico que genera el contacto de una lengua con otra, en el choque de sonidos que busca revelar nuevas imágenes, insospechadas, mediante el “desarreglo de los sentidos”.
Las referencias musicales marcan la producción de Alejandro Bentivoglio, quien elige aludir a una leyenda urbana para titular este volumen, la que cuenta que Paul, uno de los Beatles, murió en un accidente y lo reemplazaron por un doble. La evocación a este mítico grupo – que experimentó un giro en sus letras en la búsqueda de un nuevo lenguaje allá por con la banda del Sargento Pepper – y a la leyenda como tipología narrativa nos relanza al punto de partida, a navegar entre la realidad y la ficción.

Sandra Bianchi

PAUL ESTÁ MUERTO

Paul está muerto, escrito sobre una pared. La pared nos cubre y la custodia un guardián de chicos perdidos que no sabe lo que es bueno ni lo que es malo.
Paul está muerto, lo dijeron cuando jugábamos en el jardín donde florecen las morsas. Es otro día agitado en la amnesia, es otro día pidiendo auxilio sin que escuchés, pero… ¿Cómo escucharías esos lugares donde éramos felices? La noche no termina, sólo duerme cuando amanece.
Paul está muerto. Imagina que algo es verdad. Éramos quienes éramos ¿y quién canta, quién canta este silencio ahora?

Tamaño

14 x 20 cm

Páginas

140

ISBN

978-987-1692-34-7

Año

2011