Tal vez la poesía sea también ese mundo acuático donde la palabra bucea en su propia salsa, lugar de un saber no sabido, un saber al que no se llega sino a tientas. Las palabras como madréporas reflejando una luz que les llega desde otro mundo, ¿otra idioma? Ese otro idioma donde el silencio ofrece su función de telar para entretejer una constelación de imágenes que se nos revelará al modo de un arrecife de corales, pero se revelará sólo a aquellos que se animen a bucear, porque nada hay en la superficie que tenga valor de epifanía. En estas reflexiones nos sumergirá esta nueva obra de Graciela Susana Puente desde su primer poema.
¿Dónde poner las fundaciones de un refugio? Es preferible la niebla, así los cimientos no se pueden ubicar. Y es más un juego de aciertos o desbarrancos.
A veces las colinas son una invitación a lo resbaladizo.
Como la vida.
Y ¿qué vamos a fundar?
Porque los remolinos y las turbulencias existen. Por eso surgió la idea de un refugio. Pero todo debe ser nuevo. Ya bastate antiguo es… En fin, no entremos en el desgarro que se viene encima como un tornado. Sigamos con lo del refugio. ¿Bajo tierra o entre las raíces de un árbol? Ser raíz, para que después las flores y las plantitas crezcan solas, por afán de la Naturaleza.
Sí… será mejor. Y con algo de aire, sol y fuego votivo, si es posible… No, no es.
Habrá que arrinconar las intenciones para tener más fuerza. Habrá… Habrá que enfrentar claudicaciones o haraganerías… Me parece… Creo… No hay tantas variables, aunque será cuestión de ponerse, ponerse, ponerse.
