El río Gualeguay y la comunidad gualeya son marco, paisaje y contenido de la relación entre Nicolás y Verónica. Novela romántica y de aprendizaje donde dos jóvenes empiezan a conocer los laberintos de la política y de su propia sensibilidad personal y social.
(…)
Esa tarde de sábado nos propusimos, Humberto y Jimena y yo, reunirnos inorgánicamente en el parque, a tomar unas cervezas y ejercer la excusa de nuestra reincorporación militante. El 2015 fue un golpe tan duro para quienes militábamos el peronismo, que quedamos heridos, desbandados, huérfanos. Militamos juntos cuando yo me incorporé un tiempo antes de la campaña y ellos hacía mucho que ya estaban, pero hicimos buenas migas y, además de la complicidad ideológica, surgió una afinidad afectiva que parece imperecedera.
Además del amor nos unía el espanto. Luego de tres años de ostracismo, decidimos volver a militar el retorno de nuestro amor peronista y la derrota del enemigo neoliberal. Gualeguay comenzó a ver a la gente revolviendo los contenedores de basura, cerrando emprendimientos o abriendo casas de comidas y verdulerías, que son las típicas formas de supervivencia en tiempos de crisis.
—A mí me duele mucho esto, hermano —dijo Humberto, una de las personas más amables y sensibles que conocí, casi al borde de las lágrimas—. Veo a la gente revolviendo la basura tratando de conseguir algo para comer o para revender y siento que me pasa a mí, que le pasa a mis hijos que todavía no nacieron y que mi viejita come lo que yo saco de ahí.
Yo escuchaba. Siempre fui más sanguíneo que racional, así que me enojo más de lo que pienso. Para pensar siempre estaban ellos, a quienes me encantaba escucharlos.
—Negro —dijo Jimena mirándome con ternura. Por alguna razón que no logro entender, ella me aprecia mucho. Yo también la aprecio, pero además la admiro. A veces creo que le falta un golpe de horno para ser un cuadro hecho y derecho, pero tiene la fuerza, la pasión y la lealtad de quien quiere cambiar el mundo, volverlo peronista y lograrlo en cualquier momento, ahí nomás, a la vuelta de la esquina. Contagia energía y pasión y eso no es pa’ cualquiera, como siempre dije—, yo lloré con vos en la casa del PJ cuando perdimos en 2015. Éramos cuatro o cinco porque en las malas nunca queda nadie. (…)
