Los yanquis me tienen podrido

Libro de cuentos del autor bonaerense Sergio Kipersain

Imagen de portada: Sergio Arquímedes Bordón

(…) Lo cierto es que en vez de siestas padecía pesadillas internas y externas, como la de hace un rato. Sí. Te lo cuento. Estaba leyendo hace un rato (como dije), como vos ahora lo hacés conmigo. No recuerdo si a Mark Twain o a Cortázar, si a Jack London o a Borges. Porque cuando lo hago, entro en estado de ensoñación, ayudado por el reloj. Tic tac, tic tac. Como seguramente te pasa a vos ahora, el tic tac me empezó a venir de adentro y las letras se me fundieron con la vista.
Es así que pasé a leer con la mente, bien adentro, que no con los ojos.
Yo no sé de dónde sacó la susodicha que el negro es bueno.
Porque al meterme en las hojas el mundo despareció y la oscuridad se hizo alrededor mío, como te estará pasando. Dije: hágase la luz. Y la luz no se hizo. Al revés, me hice chiquitito y la oscuridad más grande y más densa a mi alrededor.
Y de repente un tipo con pata de palo me saludaba macabramente, atado a una soga. Y yo sin poder ver a dónde estaba atado. Y el tipo, lentamente, cabalgaba sobre la oscuridad como si tratara de domar un animal enorme. Entraba y salía, subía y bajaba de y por la negritud, mientras se me acercaba y me agarraba el pie con la otra mano, para arrastrarme hacia su montura mientras bramaba: «debes venir conmigo Ismael» (que por supuesto, no es mi nombre), «ya es tiempo». Tic tac, tic tac escuchaba. Y pude soltarme porque me agarró la media, que se deslizó en su mano.
Me solté, sí, pero sólo para escuchar más fuerte el tic tac tic tac, y ver cómo un cocodrilo gigante se me acercaba. Me confundí el tic tac del reloj con su corazón, pero nunca había visto un saurio tan grande ni tan oscuro acercarse con la boca abierta. Es más, nunca vi un cocodrilo ni en el zoológico. Sólo en pelis y de lejos. Pero siempre pensé que mil cuchillos me dolerían menos que morir en sus fauces. Y ahí nomás salía de la oscuridad para perseguirme. Me salvé, sí, pero aun no entiendo cómo. De repente salí volando en el mismo instante que el drilo ese cerraba su espantosa boca sobre mi tobillo desnudo. Y lo que encontré fue a un pirata vestido todo todo de negro, que no sé de dónde salió. Y seguí volando, pero por el negro más negro cielo que pueda encontrarse. (…)

Tamaño

24 x 20 cm

Páginas

120

ISBN

978-987-1692-46-0

Año

2012

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