“….hay sensaciones que se pueden nominar y la primera de ellas, la madre de todas las sensaciones intraducibles es la maternidad”.
Resurrección es una historia de posibilidades, un laberíntico estadío de creación y de retornos. Las palabras golpean candorosamente con una íntima belleza que nos permite redescubrir genuinamente el valor de la vida. La ofrenda del tiempo que perpetúa en el otro y la certeza de sentirse por fin, amado.
María necesita complementar un itinerario de orfandad que transita desde que existen sus recuerdos. Un inquebrantable coraje erguido ante el monstruo de la vanidad.
Reengendrar el amor para sepultar la indiferencia, el odio y el egoísmo. Renacer.
Ana Lorena Vera
La gente de los bares es de verdad. Muchas veces uno piensa si acaso no serán parte de la escenografía de las ciudades, pero no, allí estaban, sentados frente a frente Ignacio y Gerardo en un café de Avenida Díaz Velez.
—… Así estamos con mi mujer, bien, es fantástica —exhibía Gerardo desde su efímero pedestal de fantasías—, tranquilos ¿Y vos che? Venir a encontrarnos acá… —seguía hablando mientras le enviaba un mensaje a su esposa “Me encontré con el pelotudo de Nacho, el del club, llegó un toque más tarde”.
—Bien, bien, recién salgo del laburo, es ahí en frente, un estudio jurídico, hace bastante ya. Ahora me quiero abrir, ya estoy en edad y a dos finales de tener matrícula. Igual no puedo, no arranco. ¿Viste el partido? —Ignacio hablaba con una confianza fraternal, con sencillez.
—No, boludo, no miro fútbol, me enteré del penal que se afanaron cuando hoy a la mañana miré el diario. ¿Y vos? Estás leyendo algo? —increpó Gerardo, dos escalones más arriba que antes.
—Nada, no tengo tiempo, no tengo ganas, tengo la cabeza en una mina que conocí, bue, que conocía, bueno es un kilombo.
—Pero están bien.
—Bien, bien.
—Che Nacho, tengo que intimar a un tipo para que me termine de pagar un alquiler, ¿cómo puedo hacer para…?