Ya lo dice el título. Son estas historias de amores, a veces súper breves, siempre extraordinarios. Lo que no puede decir título alguno porque pertenece al orden de lo inefable es la emoción que late en cada una y se derrama como miel, creando un fluir envolvente
a medida que avanzamos en la lectura.
Cortázar supo decir que la novela gana por puntos y el cuento, por knock out. Quienes somos adictas al más joven de los géneros literarios podemos afirmar que el microrrelato gana por sugestión.
Al respecto, Sandra Bianchi ha logrado algo único: minimicronovelas que invitan a pensar en la música de un arpa eólica, tañida por el viento. El viento aquí es el deseo que, soplando en diversas direcciones, hace vibrar las cuerdas de estas historias ínfimas (íntimas). Cada una es la semilla de una pasión, completa en sí misma, que habrá de germinar en la mente de quien ha tenido la fortuna o quizá
la osadía de encararla. Maestra de la microficción en el plano teórico, Sandra Bianchi da en el presente libro prueba de una autonomía de vuelo tan original como brillante. Y con voz de raigambre poética va gestando un río de historias por el cual navegamos entre la risa y la lágrima con sorprendentes escalas intermedias.
Luisa Valenzuela
“Destrezas
Ella guardó con disimulo el anillo en su cartera. La había cautivado ese hombre que veía a pocas mesas de la suya. Él estaba sumergido en su libro y no registraba el mundo más allá de su taza de café.
La mujer le apuntó con sus pestañas extravolumen desde su puesto de observación. Así le rozó la barbilla, le dibujó la comisura de los labios, le tocó la punta de la nariz, hasta se metió en una de las páginas y le puso tildes con tinta rimmel a algunas palabras.
Nada, el hombre estaba absorto. La mujer de volvió la alianza al dedo. El hombre levantó la vista del libro, y le sonrió con gesto seductor.”






