Este libro, para quienes hayan tenido el gusto de leer otros poemas de Norah, continúa, retoma varios de sus intereses: el rumor femenino, el barrio, el rock y la trova, la política, los amores tortuosos, el misticismo, la historia con y sin mayúscula. Lo que se puede notar en Jardines primitivos es que el tono, más que los temas, tiene otra gradación, otra temperatura. [“”]
¿Más íntimo? ¿Menos rabioso?
Sigue habiendo dolores y alegrías, los fluidos vitales laten en el centro de los poemas. Lo que aparece como novedoso es la gama: hay más colores. Es que son flores, pienso, y espero disculpen la perogrullada. Sí, son flores y, como bien señala el epígrafe, también son canciones.
En los poemas aparecen ciertas invariables en la estructura, repeticiones, imágenes, juegos con letras de canciones y citas musicales. Y, especialmente, la forma más cara a la canción popular: el estribillo (valga como ejemplo el poema que abre el libro).
Y, son canciones, almas y retazos, porque hay historias. Personajes que se despliegan silenciosamente o aullando, que echan mano a los símbolos o a las metáforas, y cuentan o actúan.
Canciones, también, porque el ritmo y la oralidad van hacia ahí, un fraseo que se hermana con cuerdas o tambores.
Canciones porque son historias porque son música porque son flores. Los cálices, los estigmas, los ovarios. El néctar y la espina.
Delicadas formas de colores en las hojas, los poemas. Como flores.
Martín Araujo
