¿Conocemos a todas las criaturas con las que convivimos o con las que compartimos el mismo suelo? ¿Los científicos han podido catalogar todas y cada una de las especies de animales? ¿Puede un pez conocer el futuro? ¿Existen criaturas mágicas dueñas de poderes recónditos? ¿Los hombres que nos antecedieron en el camino de la vida convivieron con seres increíblemente fabulosos?
Las respuestas a estas preguntas y muchas más, claro está, en clave de ficción, las encontraremos en este bestiario con el que nos deleita nuevamente la pluma incisiva, concisa y desenfadada de Ricardo Bugarín.
Lelia Musa
La iguana amarilla
Alcibíades Palosanto era el interlocutor de la iguana. Iguana amarilla, de ojos verdes. No se la conocía sino por una diminuta pictografía de una cueva santiagueña y la copia semejante que Palosanto llevaba en la espalda, cerca de su hombro derecho. Solamente fray Rodríguez pudo observarla y de él tomamos la siguiente anotación: “La iguana era
consultada por el viejo y, según iba turnando su piel en el color que ésta adquiría, se iba leyendo la respuesta. La vi variar del rojo al azabache y de un color casi verde herrumbre que aquí llaman parno. El color celeste era el de la inocencia y auguraba, también, una futura parición”.
Se dice que cuando desapareció Alcibíades, desapareció, también, la diminuta pictografía a la que se hace referencia.
De la iguana amarilla no ha quedado ni el cuero.