La voracidad del gusano

El primer garrotazo de esta sesión le llega al hombro, y Mario Galeano da el primer grito, el primero de una larga serie de gritos inútiles. Y cuando ya no le queda aliento para gritar o arrastrarse sobre el piso mojado con su propia orina, se evade, busca otros mundos posibles, pero no encuentra parajes o comarcas de ensueño, sino lamentables escenas que su experiencia en el mundo, principalmente de su contacto con el cine y la literatura, le ha dejado. Ve a Richard Harris colgado de ganchos por la piel de los pectorales, en el centro de un tepee, mientras cumple con el Juramento al Sol, rito sagrado y de iniciación guerrera de los indios crows, en Un hombre llamado Caballo. Ve a un indio de Yanquetruz despellejando los pies de una cautiva blanca para que no pueda huir, en una imagen teñida de sangre que le dejara algún texto de la literatura gauchesca. Ve las uñas arrancadas con pinzas, una a una, de las manos de los acusados del crimen de Cuenca. Ve el martirio de un hombre empalado en un grabado del siglo XVII. Ve o imagina una vejación de su cuerpo con cualquiera de los instrumentos de tortura utilizados por la Inquisición en Madrid, y en Lima. Ve horror hasta que se desvanece.