La frase horaciana ut pictura poiesis (la poesía, pintura para el oído; la pintura, poesía para los ojos) en la paleta del Flaco deviene en modelo pictórico de sí
mismo. Así, acostumbra retratarse ante un espejo deformante que prestidigita cicatrices, para prodigarse en artefactos narrativamente existenciales.
A lo largo de este entramado de peripecias, naufraga invariable un antihéroe dantesco, que se reconoce solitario en el íntimo reducto de un baño, dudando tal vez entre afeitarse o cercenar su cuello, rodeado por burbujas de espuma humectante.
A todo esto y en resumidas cuentas, debo confesar que probablemente él y yo quedemos a la sombra de los pérfidos victimarios de esta saga truculenta,
los que acaso serán capaces, aún, ellos solos, de contar el cuento.
Pablo Poliak
SIGLOS
La lluvia, gota a gota, se repite. La noche inmensa vuelve, segundo a segundo, a pura dilatación y a pura brisa, enredándose entre confusos latidos de tormenta.
Seguramente, una y otra vez habría de esperar en vano la solución de este dilema. ¿Por qué razón, en ese juego de la naturaleza, el agua y el viento lo perseguían? Era un efecto de parálisis: sin ironías, sin metáforas.
Un hacha lo golpeaba y un silencio lo envolvía.
Siempre le crecían cardos y espinas. A veces, con demasiada suerte, se llenaba de charcos. En resumidas cuentas, lo tapaba la arena, el hambre,
la sed. Mientras las horas, disfrazadas de siglos, inundaban su raíz hasta los huesos.
Sólo le quedaba su nombre.