El título de este libro podría ser casi una confesión, un relevo de influencias y lecturas que me abrieron el paso a la literatura activa (ese momento divisorio después del cual ya no alcanza con ser sólo espectador y uno decide pasar a ser “hacedor”, con todo lo que eso implica). O podría ser sólo un humilde homenaje o reconocimiento, un guiño a esos dos discutidos indiscutibles de las letras castellanas (a título personal, con lo insignificante que eso pueda ser). O, por qué no, una suerte de conjunción de opuestos. Si es que realmente hay oposición entre ellos —entre su obra— o sólo la proyectamos nosotros (pecamos en necesitar siempre esos espejos: izquierda o derecha, buenos o malos, cielo o infierno,
Borges o Cortázar). Sea cita o plagio, ofrenda o respeto, o aquel Boca-River (Huracán-San Lorenzo, para mí), “El día que vi a la maga en el aleph” es sólo la máscara de estos cuentos que me propongo a mí mismo como una salida a aquella necesidad inicial de volver a existir a través de las palabras…
Pablo Daniel Ovin