El (micro)mundo de ficción creado por Norah es una literatura de tensión, una puja constante entre el poder y el querer (la vida misma o el soñar) , entre el deseo y la mezquina o nula realización de ese deseo que impone la vida. De la misma manera que opera el conflicto dramático en una obra teatral, y sin duda alguna porque en esta escritora no solo hay un ejercicio de la narración sino también de la dramaturgia, todas las líneas de fuerza que entraman su universo discursivo, complican, problematizan, ponen en conflicto al espacio de la realidad con el de la ficción.
El mapa de este nuevo libro está trazado por algunas zonas de visible intensidad como tópicos estructurales: la casa, la infancia, los sueños, la realidad y la escritura cuyos límites se borran, se condensan de tal modo que no se sabe si se funden o se confunden. ¿Cuál contiene a cuál?
De alguna manera, un mecanismo a lo Chuang Tzu se realiza en la escritura de cada texto o en el diálogo que establecen los textos entre sí. Algunos elementos, tales como las aves, las alas, la infancia, los antepasados, son explotados en su valor polisémico y promueven un clima onírico, de tinte nostálgico, en donde la melancolía se transforma de manera imperceptible en estupor o en realidad siniestra.
No están ausentes de este catálogo las referencias al mundo bíblico, al de la conquista española en América, al de la violencia en todos sus calibres. Todo ello favorece a promover un efecto de lectura que acerca al lector, catarsis mediante, a un estado de intemperie o de cierta orfandad existencial como el que experimenta el personaje de “La protagonista”, (quizá un alter ego en miniatura de la propia Norah). Y otra vez el juego de caja china, de hombre-mariposa que se sueña a si mismo/a: una mujer que sueña su propia muerte, que despierta, que ve la muerte de una mujer que muere, que es ella misma. O no. Como en una escena de Leonora Carrington, como en el paisaje poético de Pizarnik (por solo mencionar dos referencias que me regaló la lectura de estas micros) o como el de tantas creadoras o creadores que promueven con su obra sensaciones físicas más allá de las operaciones intelectuales.
El lector tendrá que hacerse cargo de procesar la hondura conceptual de esta colección de textos junto con la resonancia vital que cada texto le provoque: un suspiro, un estremecimiento, un nudo en la garganta… quizá un sostenido abrir y cerrar de ojos para tratar de comprender la vida y sus inquisiciones al leerla en la propia voz, que no es otra que la de la autora que susurra.
Sandra Bianchi
EL SOÑAR
Sueño que una niña se posa en mi ventana y desde allí echa a volar. Sueño que los ángeles permanecen adentro. Sueño que mis pies escalan el sueño. Sueño que no quiero soñar. Pero el tiempo traza círculos, elipses, universos cerrados, silencios cómplices. Sin mí.