Aquel amor

Novela de la autora Laura Demarco.

Arte de tapa: Gabriela Victoria Gabriel.

 

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A lo largo de muchos años fui leyendo y acopiando —casi compulsivamente— todas las biografías sobre Frida que encontraba, algunas me acercaban a ella y me permitían meterme en su mundo, otras no tanto, pero nunca llegaba a unir todas las piezas de su vida.

Fue recién después de leer el diario íntimo, regalo que me hice al cumplir los 40 años, donde pude entender en primera persona su forma de sentir. Recuerdo que, al dormirme, después de haber leído algunas de sus páginas, me imaginaba en el México de 1920, donde Frida ya era una muchacha, una estudiante la seguía en mis sueños y la escuchaba a ella y a las personas que la rodeaban.

Después conseguí el libro de Raquel Tibol, periodista argentina, historiadora de arte mexicano radicada en México, quien reunió las cartas que Frida escribió a lo largo de toda su vida.

Leí cada palabra, una tras otra revisé las cartas que ella le enviaba a Diego, a su madre, a los médicos, a algunos amores y a sus amigos.

En el 2020 la pandemia me permitió acercarme todavía más a su mundo, a la Casa Azul y a México.
Las puertas de su museo se abrieron virtualmente con motivo del aniversario 113 del nacimiento de
Frida. Se dictaron cursos en línea y pude realizarlos. También hice algunos en 2021.
Conocí más de ella, detalles que no estaban en los libros.
Pude intercambiar información con las guías de la Casa Azul y con las docentes que dieron las charlas: investigadoras de arte, sociólogas, antropólogas, historiadoras, mujeres que han dedicado su vida a estudiar sobre ella.

“Aquel amor” fue el que tuvo con el fotógrafo norteamericano Nickolas Muray. Fue su mejor amigo, su confidente durante toda su vida. Un amor sensible y duradero.
Sabía de ella, de sus gustos, sueños, dolores, frustraciones y anhelos. Conoció otra cara, su intimidad, que muy pocos conocían. Una Frida sencilla, amorosa, divertida, melancólica; una mujer a la que le gustaba estar bajo el calor del hogar, de la familia, con sus objetos preciados —lienzos, pinturas, cerámicas, muñecas, cuadernos— y sus animales.

No necesitaba lujos, fama, viajes, personas que la adularan o la consintieran. Una Frida despojada, descalza, que brillaba a cara lavada bajo la luz de la ventana del viejo departamento que Nick tenía en Nueva York.
Con él no había competencia. Al contrario de lo que le sucedía con Diego, eran compañeros, compinches, les gustaba trabajar juntos y compartir la vida.

Esta novela cuenta sobre ese amor transparente, pequeño e inmenso a la vez, que vivió con el fotógrafo y que quedó plasmado en las cartas que ella le escribía.

Ahora los invito a este viaje en el que conoceremos lo que sucedió entre Frida y Nick durante esos años que compartieron juntos. Como testimonio de esto incorporo las cartas que se escribieron a lo largo de los años que duró la relación. Nick, a través de su lente, pudo captar el sentir de Frida. Sus fotografías reflejaban la intimidad entre ellos, la confianza que ella sentía hacía él.

Sus ojos vieron una Frida llena de luz, una crisálida transformada en mariposa que emprendía vuelo.

Su arte logró traspasar las fronteras de su México natal para ser admirada por toda la humanidad.

Los ojos, la mirada al frente en sus autorretratos, llegaron al corazón de todos aquellos que se detuvieron a observarlos.

Tamaño

14×20 cm

Páginas

94

ISBN

978-987-8255-24-8

Año

2024

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