El hombre camina sin prisa por la playa. Se detiene a observar el mar, deja que el agua moje sus pies, retrocede, vuelve a avanzar. El sol casi ha desaparecido en la garganta de la noche, que se apronta a cubrirlo todo con su abrigo de blanco botón. Pero aún cuenta con algunos minutos: sus preferidos. La marea comienza a subir, las olas reclaman las caracolas cercanas. El hombre camina y las observa, levanta alguna, se la lleva al oído. Luego otra, y otra. Es el momento en que recuerda juegos de infancia, cuando su imaginación y el mundo real no padecían fronteras. Aquellas veces en las que hacía un pozo y quería acarrear toda el agua del mar en su baldecito. Sí, era por aquí, piensa. Y por allí, en estas arenas, comenzarían sus primeras lecturas adolescentes, bajo una sombrilla. Más adelante ve las rocas en las que encontró, en otro atardecer, a la más hermosa de las sirenas. Se lleva otra caracola al oído y revive viejos naufragios en la arena candente; quizá propios, quizás ajenos, ya no sabe. Y regresa ella, la niña rubia que había olvidado: corren juntos por la playa, saltan las olas pequeñas, comparten los juegos, escuchan las mismas caracolas, moldean la misma arena, construyen el mismo castillo.
Caracolas
Libro de microficciones del escritor bonaerense Juan Romagnoli
Imagen de portada: Juan Luis López
Colección breves y extraordinarios