Dicen que hace falta “corazón de misterio” para leer poesía. Y me parece la mejor actitud a la hora de
encontrarnos con la de Lidia María Artesi ya que desde la altura de su profundidad expresiva nos devela el misterio de una manera tan bella que nos abre el corazón para recibir a la Belleza y nos lleva en andas, resignificando —con palabras simples— la experiencia cotidiana, como en su poema Duelo: “Tus trajes y tus sacos / vacíos para siempre. / Botones y corbatas / para nadie…” La poetisa que supo regalarnos versos tales como “me pongo la jornada y salgo al cielo…” ahora nos ofrece la hondura de otro momento de la vida —diría Igino Giordani: “el otoño del hombre es la primavera de Dios”— en el cual florece la madurez de aquella mirada que nos permite comprobar que “la Belleza salvará al mundo”, como dice su amado Dostoievski. Y, aun en los momentos que podrían parecer más oscuros, Lidia nos regala la contemplación de esta nueva etapa.
Ella puede dar fe de que, como dice Karl Jaspers: “(…) —el lenguaje poético—, solo puede tener por misión hacer que el hombre se acuerde de sí mismo”.
Licy Miranda
Tu mirada de niña
descubría las cosas
y era nueva la reja de tu cuarto
—cuadraditos de alambre retorcido
transparentes al viento—
y el miedo de la noche
y la paloma
que comía en la ventana.
Cada flor era
esa única flor que se abrió en la mañana
y toda tu eras rosa
viento y ave.