Poeta contenido, observador penetrante del misterio agazapado detrás de lo visible y lo invisible, Carlos Dariel nos deja en Haiku bonsái una despedida que casi no demanda palabras para comunicarnos lo mucho que en silencio amó y celebró la vida. Sus piezas son un dechado de autolimitación, de limpidez extrema, de búsqueda de lo esencial y pespunteo entre lo abstracto y lo concreto, que es como decir entre el tiempo y el espacio que él cruzó con los sentidos bien atentos, volcados al eros cognoscente, como llamó Lezama Lima al ansia de buscar y
comprender.
Jaime Muñoz Vargas
“un gato
mece la noche
su cola”C.D.