Cuentos que te envuelven, que te atrapan. De a poquito, y sin que te descuenta del todo, te encontrás metido de cabeza en una historia, tomando partido por algún personaje, odiando a otro, preguntándote los motivos que los mueven a hacer lo que hacen.
Y, justamente, los que habitan este libro son personajes que se guían siguiendo las estrellas, un sentimiento o una corazonada. Buscando aventuras o buscando la paz. O personajes que piensan, repiensan y sobrepiensan y que, por pensar y no guiarse por todo aquello otro, más genuino, pierden el rumbo y las oportunidades.
Hay algo que serpentea sutilmente por debajo del follaje de estos cuentos, que es la violencia de lo no dicho, de lo que no se puede decir, ya sea porque no se da lugar a que las cosas se hablen, a que los conflictos se expongan y puedan elaborarse; o porque las “buenas costumbres” o las relaciones de poder así lo establecen.
No por nada el título también nos dice en oblicuo, habla de algo que podría haber sido evitado, pero que tal vez no se tuvieron las herramientas para hacerlo. Y, al mismo tiempo, de algo que no puede ser nombrado con todas las palabras, de manera directa.
Aun así, en cada uno de estos cuentos, todo aquello que ha sido acallado termina emergiendo, de manera generalmente cifrada, en la voz (o hasta en las sensaciones corporales) de alguno de los personajes.
Este libro tiene la frescura propia de una ópera prima, pero parece a la vez escrito por alguien que tiene un oficio pulido durante décadas. Son
cuentos técnicamente impecables y tremendamente conmovedores.
Leonardo Dolengiewich